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Zona 5: "Muy grave" para ejercer el periodismo

Ángeles Espinosa es periodista y excorresponsal del diario El País en Dubai, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Tras más de 20 años en la región del Golfo Pérsico, una de las zonas más conflictivas y donde menos libertades hay en el mundo, ha cubierto la guerra de Irán e Iraq, las dos guerras de Estados Unidos contra Sadam Husein, el bombardeo estadounidense de Afganistán, los conflictos de Líbano, Palestina y Yemen y la Primavera Árabe, 

entre otros muchos conflictos. Espinosa cuenta cómo la censura y las limitaciones a los periodistas son muy comunes en estos lugares y que, en la mayoría de los países de la región, no existe la libertad de prensa como tal, "quizás con la excepción de Iraq" señala, que ocupa el lugar 172 de 180, ya que, a pesar de estar legalmente reconocida por su Constitución, las presiones que proceden de actores políticos, milicias y otros grupos imposibilitan una información independiente y generan una fuerte polarización, como ocurre en la mayoría del resto de países que se encuentran en la zona 5 del listado de Reporteros Sin Fronteras (RSF). Una clasificación que define a esta zona como "zona muy grave" para ejercer la libertad de expresión. Algo similar ocurre en Afganistán, que ocupa el puesto 156, pues el regreso de los talibanes al Gobierno ha supuesto una vuelta a la limitación de las libertades, especialmente de las mujeres. En cambio, en Irán, que se encuentra el antepenúltimo en la lista, "directamente, no existe libertad de prensa, todos los medios están bajo control estatal directo o indirecto", destaca la periodista. Además, en los países de la península arábiga "ni siquiera existe el periodismo, sino que existen las relaciones públicas y el marketing", comenta Espinosa. 

El intervencionismo de gobiernos en la zona del Golfo Pérsico afecta también a los corresponsales extranjeros. Ángeles Espinosa fue expulsada de Irán por entrevistar a Ahmad Montazerí, disidente del régimen iraní. "El trabajo que estaba haciendo no estaba gustando, y la entrevista fue la gota que colmó el vaso", comenta Espinosa. Por ello, denuncia que la situación que se vive en estos países es grave y preocupante y que "hay mucho terreno en el que trabajar", pues como consecuencia de la ausencia de la libertad de prensa hay limitaciones a lo que se cuenta en los medios de comunicación, pero, especialmente, hay muchos periodistas encarcelados, silenciados o asesinados.  

 

 

 

 

 

“En una autocracia, todo periodista que hace bien su trabajo termina teniendo problemas”

Ángeles Espinosa, excorresponsal de El País en el Golfo Pérsico

China, "la mayor cárcel de periodistas del mundo"

En la región de Asia Pacífico, países como China y Corea del Norte, que se encuentran al final de la clasificación de RSF, también ocurre algo similar. Estos han aprovechado la crisis sanitaria para reafirmar su monopolio informativo, para intensificar las prácticas con las que silencian a la prensa y para aplicar una justicia instrumentalizada, silenciando a los periodistas más críticos con los regímenes. Pablo Díez, corresponsal del diario ABC en China, cuenta cómo es el periodismo en "la mayor cárcel de periodistas del mundo", donde actualmente 120 reporteros cumplen penas de prisión, según RSF, que sitúa en la posición 175. En su caso, nunca lo han llegado a expulsar, pero sí le llamó la atención la embajada china en España por una serie de publicaciones sobre desapariciones forzosas protagonizadas por el régimen. Esta serie fue borrada y la página web del diario ABC fue censurada en China de forma temporal.  

“Es un honor estar censurado por una dictadura, significa que hemos estado

haciendo nuestro trabajo”

Pablo Díez, corresponsal de ABC en China

Tanto Ángeles Espinosa como Pablo Díez están de acuerdo en que en estas zonas hay que hacer una distinción entre la situación de los periodistas locales y la de los extranjeros, ya que “el peso lo lleva el local”, aseguran. Aun así, Díez señala que, a veces, en China se siente como si fuese un delincuente: "Tengo que ocultarme de la Policía o de las autoridades para poder conseguir la información”. Destaca también que nadie quiere dejarse la vida por el trabajo, pero que en estas regiones tan peligrosas para ejercer el periodismo todos los periodistas que salen a la calle a buscar y contar la verdad tienen que saber que se están jugando la vida y que eso “son gajes del oficio”, en opinión de Díez.

 

En estos países, la situación existente es muy grave, ya que el asesinato o la encarcelación son posibilidades reales con las que los reporteros y corresponsales tienen que lidiar todos los días. En Irán, por ejemplo, los medios de comunicación están controlados por el régimen islámico, así las principales fuentes de información son medios extranjeros o corresponsales iraníes en el extranjero. Sin embargo, la represión contra la libertad de información no se limita al interior del país, ya que los corresponsales iraníes de medios internacionales también padecen presiones.

"Si alguien dice algo en contra del régimen, lo censuran, le suspenden la cuenta y van a su casa a detenerlo por haber violado las normas"

Pablo Díez, corresponsal de ABC en China

La libertad de prensa depende de la forma de gobierno y de las autoridades de cada país. Ángeles Espinosa señala que "las poblaciones desconfían de sus autoridades", pero que es el periodismo el medio que ayuda a tener una sociedad bien informada, ya que tiene mayor capacidad de decidir lo que le parece conveniente, sobre todo en decisiones políticas, pues "en ausencia de esa información, la sociedad se ve sometida a propaganda", señala. En Irán, por ejemplo, las dos redes sociales de información más importantes a nivel global, Twitter y Facebook, están bloqueadas, lo que disminuye las posibilidades de que la población se informe. En China, todas las redes sociales y las páginas web occidentales están censuradas. Tienen sus propias redes sociales, como WeChat, pero los contenidos también están controlados, por lo que los periodistas no locales tienen que utilizar una red privada virtual (VPN) para enviar información a sus países correspondientes y encontrar información que el régimen no les proporciona. "Si alguien dice algo en contra del régimen, lo censuran, le suspenden la cuenta y van a su casa a detenerlo por haber violado las normas", señala Díez. Aun así, las autoridades y sus "propagandistas", como los define el corresponsal, utilizan estas redes para difundir su mensaje en Occidente.

 

 

 

 

 

En China, todos los días, el Departamento de Propaganda del Partido Comunista envía a los medios una lista de los temas a destacar y una lista de los temas que está prohibido tratar. Los periodistas independientes que se atreven a investigar sobre un tema considerado sensible son puestos bajo vigilancia, acosados, detenidos y, en ocasiones, torturados. La ley permite castigar a los periodistas independientes aislándolos durante seis meses, en las llamadas “prisiones negras” chinas, donde son privados de toda defensa jurídica. Además, para obtener y renovar su acreditación de prensa, los periodistas deben descargarse la aplicación propagandística Estudiar a Xi, reforzar el país, con la que pueden recabar todos sus datos personales.

 

Algo similar ocurre en Egipto, que se encuentra en la posición número 168, según RSF, y donde el pluralismo es casi inexistente, como señala Ángeles Espinosa. Además, como sucede en los países asiáticos, la censura también se realiza denegando la autorización para acudir a determinadas zonas para obtener información. A esto, se le suma que gran parte de los medios de comunicación están a las órdenes del Estado, controlados por los servicios secretos o por personas influyentes que están al servicio del poder y no de la información. 

“Tenemos que tener a la población informada, pero hay momentos en los que una información puede tener consecuencias graves, ya sea en personas o en la seguridad del Estado”

Ángeles Espinosa, excorresponsal de El País en el Golfo Pérsico

Por tanto, si la misión del periodista es publicar información que los poderes establecidos no quieren que se publique y mantener a la población informada, en estas zonas del mundo se inculca a los reporteros otra idea. Díez señala que en China "el buen periodista es el que no hace preguntas”, y que los periodistas ya saben a lo que se atienen, "sirven de mera correa de transmisión entre las autoridades y la población, pero sin plantear preguntas, y eso es justamente lo contrario de lo que debería hacer un periodista", defiende. Por ello, es difícil para los ciudadanos saber dónde está el límite entre libertad de información y los límites necesarios para parar desinformaciones, ya que, además, en ocasiones hay que proteger a las fuentes. Espinosa y Díez insisten en que en estos países pueden llegar a correr mucho peligro tanto el informador como su fuente. 

 

 

De este modo, se aprecia cómo en los países que ocupan los últimos puestos de la clasificación, y en los que Ángeles Espinosa y Pablo Díez han desarrollado gran parte de su vida periodística, la libertad de prensa o no se aprecia o es inexistente. En China y Egipto no dejan o dificultan la entrada de los periodistas a las zonas donde se desarrolla el hecho o acto noticioso. Hablar con fuentes protagonistas o expertas en la materia de las noticias es casi imposible, y muchas veces trae consecuencias, como la expulsión del país. 

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